Se habla mucho de izquierda y derecha. Realmente la distinción ha dejado de tener relevancia, toda vez que ambos lados del espectro político -en Latinoamérica, por lo menos- giran en torno al mismo fundamento doctrinario: el positivismo y racionalismo constructivista.
En todo caso, ambos cometen el mismo error (Vea: https://impuestosychocolate.com/2010/10/10/la-revision-historica/) y nos llevan al mismo descalabro y frustración, como votantes y ciudadanos, de ver que lo que se esperaba, no fue posible. Ni por lado, ni por el otro. (Vea también: https://impuestosychocolate.com/2010/10/29/respecto-a-la-revision-historica/)
Claro, eso indica que como votante tampoco hice mi trabajo intelectual de deslindar la magnesia de la gimnasia y me fui -como se dice coloquialmente- con la finta…
Lo primero que debemos entender es que el ser humano, por naturaleza, por cableado, siempre tiende al mal. ¿Quiere esto decir que todos somos asesinos en serie? No. Simplemente que nuestra tendencia natural es a hacer lo que la moral llamaría «el mal». Por esta razón es que se crean las normas, tanto morales y éticas, sociales y legales. La religión, durante buena parte de la Historia, ha sido el vehículo que introdujo estos límites a la vida del ser humano. Ahora el ataque a la moral más grande que hay, es contra los preceptos religiosos. Esta corriente «moderna» se llama «relativismo», pero de ello escribiré otro día.
Bien, con eso claro, es impresionante que las soluciones de los políticos -todos positivos y constructivistas- giran en torno a la nobleza moral de quienes aplicarán esas soluciones plasmadas, muy a «lo Comte», en leyes emanadas de algún órgano del Estado con poder legislativo.
Una solución muy platónica en el sentido propio del término. La clase política con una superioridad moral mayor que los gobernados. No tengo que elaborar para mostrar empíricamente -desde la realidad- que esto no es así.
No obstante, siempre se apela a que la solución a los problemas está en una nueva ley, nueva dirección, comité, secretaría o similar, que será administrada por inmaculados políticos que tienen los intereses del Estado en mente.
Ésa es la segunda parte y el segundo grave error: al estar en un puesto su naturaleza de ser humano cambia a naturaleza de semidiós político.
TODO ser humano vive siempre por sus muy propios y personales intereses y de tal manera toma decisiones. Nunca toma decisiones en el vacío y nunca toma decisiones que no vayan acorde a sus propios y personales fines.
Vea entonces lo que sucede cuando los más nobles intereses -ayudar a un grupo de personas a salir de la pobreza extrema- se unen a un aparato estatal que se fundamenta en la supuesta nobleza de los gobernantes:
Se utiliza ese aparato estatal para obligar a todos los demás a cumplir con ese fin, no importa qué y aun sacrificando fines de otras personas, que pueden ser igual o más loables. Se puede llegar a aniquilar la oposición a dichos fines -eliminar la libre emisión del pensamiento- coaccionar por medios dudosos -amenazas de expropiar- sacrificar fines verdaderos del Estado por tan noble fin -reducción a la seguridad, justicia e infraestructura- y hacer una guerra psicológica con usted que cree que deberían destinarse recursos a otros fines -el interés social debe prevalecer sobre el suyo.
Realmente el interés del político en el poder está prevaleciendo. El interés que es común es que se permita a todos cumplir sus fines personales, siempre que obedezcan a un marco legal que delimita los derechos de los demás.
Eso requiere de seguridad, justicia e infraestructura. El marco legal debe ser uno que incentive la obediencia de esas pocas pero bien delimitadas esferas de acción y permita que florezcan esos nobles fines de caridad y altruismo en aquellos que lo desean.
No se pueden hacer leyes para que las apliquen los santos del cielo, pues ellos están precisamente en el cielo, no acá en la tierra.
Mario E. Archila M.
Cre que al final del día soolamente podemos culparnos a nosotros mismos por elegir con tanta ligereza. Cada cuatro años estamos tan hartos del partido en el gobierno que solamente botamos por el viejo conocido, segundo lugar, en lugar de explorar a conciencia las nuevas opciones que puedan existir. No vamos a sacar de pobre a nadie regalando dinero, debemos generar empleo para eso, pero con las prioridades de este gobierno, parece que no será posible.
Lastimosamente así es. La forma de elegir gobernante demuestra que nuestra autoimagen es negativa: «No somos capaces» y el sistema de incentivos legales creados permita que esa imagen propia del ciudadano se fortalezca y haga que se convierta en un ciclo negativo.
Saludos,
Pero también creo que el elegir al viejo conocido va acompañado de pensar que ese viejo conocido es el menos peor del grupo que se nos presenta, y es más o menos lo que comentabamos, se enseña a mendigar (por los propios Gobiernos) no a actuar.
Estamos educados a eso: mendigar.