Estamos a unas pocas jornadas de iniciar con los play offs de baseball. El llamado “Clásico de otoño” es la culminación de la temporada regular y el camino a la Serie Mundial. Si bien es un deporte que en nuestro país no es tan popular como podría ser en República Dominicana o Venezuela (países que aportan gran cantidad de peloteros a la MLB) sí tiene público. El deporte es mágico. Es un reflejo de la vida. Veamos.
Es un deporte que no se trata de conquista de territorio. Dejamos eso de lado. Son 9 contra 9, con una pelota, pero sin que unos tengan que combatir a otros. El contacto entre jugadores es mínimo. Eso ya pone el deporte en un un plano diferente de los otros deportes con balón que son populares en este lado del mundo.
Es un juego en el que el oponente no cede su territorio. El juego trata de dar una vuelta. Como la vida. En la vida los territorios no se ceden. Cada uno de nosotros tiene que salir y transformarse. Es una lucha individual.
Los 9 oponentes son la vida frente a ti. El pitcher simboliza la oportunidad que llega a tu vida. No sabes qué será. Intuyes. Podrá salirte bien o mal. La vida es así. Con curvas, rectas, oportunidades que parecen muy buenas que terminan en un elevado al jardín y out. El bateador tiene la labor de pegarle a esa bola y llegar a una base. Una vez en base, el siguiente bateador tiene la tarea de empujarlo hasta llevarlo a “home”, a casa. Es la misma ruta siempre, pero ninguno llega igual. Cada carrera anotada transforma al corredor, transforma al equipo, transforma la forma que el otro equipo actuará.
En el baseball el rendimiento personal se califica distinto al del equipo. Un jugador puede ser una estrella en un equipo perdedor y de todas maneras podrá entrar al salón de la fama por sus estadísticas personales. En tu vida pasa igual. Puedes tener una mala familia, disfuncional, cuando eres niño -la curva de nudillos que te lanzó la vida- pero sales al mundo y trasciendes. La conectas y llegas a primera o qué tal si haces un home run. Das una vuelta entera para encontrarte de nuevo en el punto de partida, una nueva oportunidad, luego de anotar una carrera. Es el camino del héroe. Salir de tu entorno -el dogout- para enfrentar las sorpresas que te envíe el destino. Cada pitcheo es una oportunidad de demostrarte que puedes ser otro. En el baseball se mide la efectividad del pitcher en cuanto al número de carreras que le anotan cada 9 innings. El bateador por su porcentaje de bateo y las bases que logra por batazo. Esos números contemplan los resultados usuales. Un bateador es muy bueno si conecta cada 30% de las veces. Como en la vida. Tus fracasos también te enseñan. Esa, creo, es la magia del baseball, pues emula la vida.
Ninguna de las experiencias de vida (un pitcheo) nos deja igual. Aprendemos a ver mejor la pelota con cada lanzamiento. Buscamos salir y regresar a casa triunfantes, aunque a veces solo nos ponchamos. No importa, siempre que aprendamos, pues vendrá una nueva oportunidad. Si bien es un deporte de equipo, en la ofensiva uno está prácticamente solo contra el mundo. En la defensa, por su lado, cada uno tiene un rol y una posición específica. La defensa no funciona si una persona no hace su trabajo. Otra gran analogía con la vida. Ganar en la vida como individuo -al batear- no hace que se gane en la vida considerando a todos, pues queda la parte de ser equipo, de ser responsable por nuestro pedazo de terreno y coordinarse con los demás. Es imposible hacer un doble play, por ejemplo, si por lo menos 2, aunque lo usual es 3, jugadores toquen la bola. Una sincronía automática, sin pensarlo, a puro reflejo. Nace de estar cada uno en su posición y saber qué hacer. Una familia, una empresa, funcionan igual.
El bateador enfrenta al mundo. Debe hacerse su camino para regresar cambiado, triunfante, a casa. En cada momento enfrenta la hostilidad del mundo exterior, representado en el cuadro y el dúo pitcher-catcher que conspiran para hacerlo quedar mal. Todo es un juego que parece azar. Viene el lanzamiento y como si fuera por suerte es que será hit o no. Sin embargo no es suerte. Talento y entrenamiento hacen que un bateador sea de .110 o de .330. Es más, dependiendo de ese talento en la práctica, el manager acomoda el orden de los bateadores. Así unos buscarán estar en una base con un golpe casi de suerte mientras otros tendrán la labor de empujarles a anotar. La vida nos hace estar en esas situaciones en las que el gran hit de otro se convierte en el factor de nuestro éxito.
El baseball es un juego apasionante que encierra la metáfora de la vida. La filosofía del sueño americano está simbolizada en el juego. Hasta eso, pues la competencia en ese juego no es de conquista, sino de habilidad. El más hábil con la pelota y el bate gana, pero no conquista al contrincante. Como el sueño de la fundación de los Estados Unidos. Todos podían ganar según su condición, aunque unos ganaran más que otros en sus planes de vida, pues se compite pero no se conquista.
Ya iniciará la Serie Mundial. Disfrute el deporte maravilloso. Como decía Abdón Rodríguez Zea: “¡Qué lindo! Que gane el mejor, pero mejor si ganamos nosotros.
Mario E. Archila
